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La cumbre del clima pone los focos en el caso del preso político Alaa Abdelfatá en Egipto

Los dirigentes de Reino Unido, EE UU, Alemania y Francia, el alto comisionado de la ONU y decenas de organizaciones reclaman la liberación del intelectual, que acaba de abandonar su huelga de hambre

Preso político Alaa Abdelfatá
Sanaa Seif, hermana del preso político en Egipto Alaa Abdelfatá, en una manifestación celebrada este sábado en la cumbre del clima, en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij.JOSEPH EID (AFP)

El intelectual crítico y símbolo de la oposición egipcia Alaa Abdelfatá lleva tres años preso tras un juicio exprés en el que se le condenó por difundir “información falsa” en redes sociales. A su hermana Sanaa Seif no le hizo falta pronunciar una palabra en la manifestación del pasado fin de semana en la cumbre del clima en Sharm el Sheij para mostrar su inquietud. Compungida, nerviosa, a veces con la mirada perdida en el cielo y otras en el suelo, Seif encabezó la protesta en silencio entre los activistas que exigían justicia climática y compensación por los daños del clima. No dijo nada, pero se mostró al lado de todos ellos y se llevaba la mano al pecho cada vez que se pedía libertad para los defensores de los derechos humanos. “Sabemos que [el Gobierno egipcio] se alegraría de su muerte, pero no quiere que ocurra cuando el mundo está mirando, pero el mundo está mirando”, había comentado de forma previa la hermana del preso político más célebre de Egipto durante una multitudinaria conferencia ofrecida la semana pasada en la COP. Seif y decenas de organizaciones unidas en la cumbre han contribuido a colocar el caso de Abdelfatá en el centro de la atención política y activista mundial.

Si el lunes se supo que el preso político había abandonado su huelga de sed, este martes la familia ha anunciado que también ha dejado la huelga de hambre comenzada en abril. No se sabe todavía los motivos de la decisión, pero la presión en los últimos días había llevado a que el primer ministro británico, Rishi Sunak, el canciller alemán, Olaf Scholz, y los presidentes de Francia, Emmanuel Macron, y de Estados Unidos, Joe Biden, pidieran a las autoridades egipcias su liberación en encuentros bilaterales en la cumbre. El comisario de la ONU para los derechos humanos, Volker Türk, también solicitó a El Cairo el martes la puesta en libertad del intelectual egipcio, alegando que su vida corre un “grave riesgo”. Saliendo al paso, la misión de Egipto en la ONU, establecida en Ginebra, rechazó de forma contundente la solicitud de Türk. En un comunicado en el que hacen los malabarismos necesarios para evitar nombrar a Abdelfatá por su nombre, la misión acusó al comisario de “socavar deliberadamente” la independencia de la judicatura y tachó de “insulto inaceptable” que considerara injusta la condena. Varias figuras políticas y mediáticas de Egipto también han atacado a Abdelfatá y a su familia desde entonces. La Fiscalía del país emitió un comunicado el jueves en el que negó la mayor y cuestionó que el preso estuviera en huelga de hambre.

El cairota de 40 años, ingeniero informático y escritor, es uno de los iconos de la revolución de 2011 en Egipto y uno de los intelectuales más prestigiosos del mundo árabe. Su actividad política e influencia, sin embargo, le han costado tener que pasar alrededor de tres cuartas partes de la última década entre rejas y ser encarcelado bajo el mandato de todos los dirigentes del país. Su último periplo carcelario se remonta a finales del 2019, apenas seis meses después de haber vuelto a pisar el asfalto tras cuatro años en prisión. Mientras cumplía con un estricto régimen de libertad condicional, Abdelfatá fue arrestado de nuevo y retenido en detención preventiva hasta que, en diciembre del 2021, fue condenado a cinco años de prisión tras un juicio exprés “por publicar informaciones falsas”. Así pues, lleva encerrado tres años. Desde entonces, el trato en prisión empeoró de forma alarmante, según ha denunciado su familia. Y ante las duras condiciones a las que ha sido sometido, Abdelfatá decidió iniciar una huelga de hambre el 2 de abril. Movido por la falta de avances, y como último resorte, informó a su familia que el 1 de noviembre escalaría a una huelga de hambre total. Y el día 6, coincidiendo con el inicio de la COP27, dejó de ingerir también agua.

El intelectual egipcio-británico Alaa Abdelfatá, en una imagen sin datar.
El intelectual egipcio-británico Alaa Abdelfatá, en una imagen sin datar.OMAR ROBERT HAMILTON (via REUTERS)

Su madre, la profesora Leila Soueif, se ha desplazado repetidas veces desde el pasado domingo a la prisión donde se encuentra Abdelfatá, a 100 kilómetros de El Cairo, y ha esperado largas horas para recibir una carta de su hijo o alguna prueba de que sigue vivo. No fue hasta ayer lunes que finalmente le entregaron una carta escrita por Abdelfatá el sábado, y difundida en las redes sociales, en la que le comunicó que aquel mismo día había vuelto a beber agua tras seis días sin hacerlo, y que sus signos vitales estaban bien. Hoy la familia ha recibido otra misiva en la que el preso cuenta que también ha dejado la huelga de hambre. De forma reciente, autoridades penitenciarias informaron también a la familia que el preso había sido sometido a una intervención médica, según informó la hermana Mona Seif, pero no han trascendido detalles. Y aunque su abogado, Jaled Ali, ha recibido desde entonces dos permisos de la Fiscalía para visitarlo, una vez en prisión se le ha impedido el paso. El pasado viernes, Mona Seif también hizo público que había presentado una súplica personal dirigida al presidente egipcio, Abdelfatá Al Sisi, en la que expresa la necesidad de que su hermano sea puesto en libertad. En junio, ella misma ya había presentado una solicitud de perdón presidencial, como parte de su estrategia para agotar todas las vías legales a su disposición para resolver el caso. “No está en prisión por publicar en Facebook, está en prisión por hacer a la gente creer que un mundo mejor es posible”, dijo Seif en su charla en la COP, que fue interrumpida por el parlamentario egipcio Amr Darwish que tuvo que ser desalojado de la sala por los agentes de seguridad.

Con el inicio de la COP27 y su escalada en la huelga de hambre, Abdelfatá, que consiguió la nacionalidad británica hace unos meses gracias a su madre, se ha convertido a ojos de muchos en un símbolo de la urgencia de conectar la lucha por la justicia climática con la de las libertades políticas y el respeto a los derechos humanos. El propio intelectual egipcio había abordado con preocupación en algunos de sus escritos la crisis medioambiental que afronta la humanidad y sus vínculos con cuestiones de justicia social y transnacional. Figura entre los presos políticos destacados por una coalición de 12 organizaciones de derechos humanos egipcias creada ad hoc para la cumbre precisamente con el objetivo de aprovechar la fuerza del movimiento climático global para esta causa. Una petición lanzada por esta coalición en octubre ha recogido 1.400 firmas de 86 países, incluidas de la Red de Acción Climática (CAN), que une a más de 1.800 organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo, y activistas de renombre como Greta Thunberg y Naomi Klein.

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En los últimos días también se han celebrado distintas movilizaciones sociales para expresar solidaridad con Abdelfatá, desde marchas y concentraciones a encendidos de velas, en ciudades como Ramala, Beirut, Túnez, Bruselas, Roma, La Haya, Nueva York y Toronto. En el recinto de la COP se celebró otra el jueves en la que decenas de activistas de muy diversas nacionalidades se congregaron para denunciar las violaciones de derechos de los defensores de la justicia climática en el mundo. Vestidos de blanco, como el atuendo de los prisioneros en Egipto, y bajo el lema “No hay justicia climática sin derechos humanos. No hemos sido derrotados”, lanzaron sus proclamas sin mencionar el nombre del intelectual árabe. Pero el eslogan escondía el guiño de llevar el título de su libro publicado en 2021: No has sido derrotado todavía. “¡Liberadlo a él, liberadlo a él, liberad a todos!”, exclamó de forma velada una de las participantes en la protesta, que contaba con permiso de la organización.

Manifestantes vestidos de blanco, en honor a los presos egipcios, en una protesta el jueves 10 en la COP27, en Sharm el Sheij.
Manifestantes vestidos de blanco, en honor a los presos egipcios, en una protesta el jueves 10 en la COP27, en Sharm el Sheij.Ángeles Lucas

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